En artículos anteriores ya hemos tratado la hipoacusia como la pérdida de la capacidad auditiva, produciendo dificultad o imposibilidad de oir. En esta ocasión, vamos a hablar en concreto de la hipoacusia neurosensorial.
La hipoacusia neurosensorial a su vez puede ser de dos tipos según la zona del oído dañada.
La parte interna de nuestro oído contiene células pilosas muy pequeñas, terminaciones nerviosas, que transforman los sonidos en señales eléctricas. Estas señales son llevadas al cerebro por los nervios.
La hipoacusia neurosensorial es causada cuando se produce un daño en las células pilosas o en las fibras nerviosas del oído inerno. Otras veces es causada por el daño al nervio que lleva las señales al cerebro.
En líneas generales, las causas de este tipo de hipoacusia se pueden clasificar en dos categorías: congénita y adquirida.
Congénita: está presente desde el nacimiento y constituye el problema más frecuente en bebés recién nacidos. Puede ser genética o puede estar causada por un desarrollo anormal en las etapas de gestación del feto.
Adquirida: sucede en niños después del nacimiento o en adultos y puede estar causada por numerosos factores, como por ejemplo: traumatismo, enfermedad de los vasos sanguíneos, enfermedad inmunitaria, infecciones como meningitis, paperas… síndrome de Meniere, lesiones, ruidos o sonidos fuertes, uso de ciertos medicamentos, el trabajo en entornos ruidos…
La hipoacusia neurosensorial puede ser de leve a profunda y afectar a uno o a los dos oídos. En este caso estaríamos hablando de hipoacusia neurosensorial unilateral o bilateral.
Si la padeces en un solo oído puede que tengas problemas para localizar de donde provienen los sonidos o para oír con ruido de fondo. Si la padeces en ambos oídos, implica que tendrás dificultades para entender el habla, incluso cuando suena lo suficientemente alta.